7:31h…ninini, ninini, ninini!!!!...ploff
Me despierto, remoloneo unos minutos en la cama, doy vueltas. Tengo calor, el sol ya quema a través de la persiana que he dejado levantada la noche anterior sin darme cuenta. Pasan unos minutos, logro despegarme de las sábanas que me atrapan y salgo de la cama. Me siento en el borde, busco las zapatillas azules, de dibujos, pero no las encuentro. Unas ganas increíbles de mear me obligan a desistir de tal búsqueda y correr al cuarto de baño. Termino de mear, me limpio, tiro de la cadena. Me miro en el espejo, abro el grifo, dejo que corra un poco el agua para que el olor a cobre de la tubería no me maree, me lavo la cara. Me ha salido un grano en la frente. Intento peinar mi pelo pero más que pelo es maraña. Me río. Voy a la cocina, abro la puerta de la nevera: botes, latas, frutas, tetra bricks, vegetales, tupper wares….saco la mermelada de frutas del bosque. Abro el mueble de enfrente de la nevera, del segundo estante cojo dos rebanadas de pan que pongo en el tostador, mientras se hacen, caliento un café con leche. Saltan las tostadas, unto la mermelada, me las como, me mancho. Le doy un trago al tazón de café con leche. Me río…
Otro día que empieza. Otro día en el que el ritual se repite. La rutina, en general, es algo que a los humanos nos gusta decir que no nos gusta, pero en el fondo no solo la necesitamos sino que si no la tenemos la buscamos… A mí, mi rutina matutina del desayuno me encanta.