miércoles, 24 de febrero de 2010

Mi vecino

Porto contigo, 09

Han detenido a mi vecino. Hoy a las ocho, mientras terminaba mis tostadas vi como una patrulla venía a recogerlo. Mi vecino atacaba a los viandantes con una escopeta de balines. Se cobraba su tristeza a balinazo limpio.

Todo había empezado hacía algunos meses. Al principio, se limitaba a disparar a las ruedas delanteras de los coches de más de cuatro millones que subían por nuestra calle. Rápidamente se aburrió y decidió pasarse a las pantorrillas de las veinteañeras que iban camino de la universidad.

Como he dicho al principio, los perdigonazos le servían para mitigar su tristeza, le hacían sentirse útil, era una manera un tanto extraña de desahogarse, pero era su manera.

Mi vecino había entrado en una debacle insalvable. Su mente se había convertido en un laberinto, del cual ni él mismo era capaz de encontrar salida. Su vida cambió el día que ella cruzó la puerta para no volver a hacerlo jamás. Ella no fue capaz de seguir soportando la apatía postmoderna de mi vecino.

Antes de solventar sus problemas con la escopeta de balines intentó otros métodos, pero no le funcionaron.

Lo primero que hizo fue ver por la TV, sin parar, descenso de Bobsleigh. Una y otra vez, una y otra vez, deportistas girando en un circuito de hielo a una velocidad infernal. Las pistas de este deporte están hechas de hormigón y son refrigeradas, deben tener entre 1.200 y 1.300 metros y como mínimo 15 curvas. Creo que, en ocasiones, mi vecino llegaba al éxtasis. Y no es de extrañar, pensando en lo que puede marear estar 24 horas al día viendo como unos individuos dan vueltas a  más de 150 km/h al mismo recorrido. Mientras hacía esto no pensaba en nada más, se abstraía del mundo, lograba ser feliz. Pero llegó un momento en el que el Bobsleigh no fue suficiente.

Su siguiente intentona fue construir galanes. Se apuntó a una oferta de empleo de esas que aparecen a veces pegadas en los semáforos y que lees sin querer cuando esperas a que se ponga en verde el muñequito de los peatones. El trabajo consistía en, desde casa, montar galanes que venían por piezas desde China. A mi vecino, el galán le pareció un utensilio hermosísimo. Una pieza exclusiva para uso de cierto tipo de hombres. Entonces llenó su casa, con cajas procedentes de China donde venían los galanes por piezas: la parte para colgar la chaqueta, la parte para la corbata, el colgador para el cinturón…Pero los galanes tampoco lograron llenar su vacío existencial. En una de sus crisis, montó todas las piezas de manera equivocada y el resultado lo consideró arte conceptual. Quería colocarlo en el patio de luces pero el presidente de la comunidad no lo autorizó. Con esto la idea del galán murió.

Y ahora le sucedía esto.  Ahora que había logrado ser completamente feliz, lo llevaban detenido. No era justo. Mi vecino que había conseguido volver a emocionarse escuchando a Bill Callahan, al disparar a las piernas de las jovencitas había encontrado el camino hacia la liberación existencial, y ahora se lo llevaban detenido, a una celda. No era justo. 

Por lo menos espero que ella vaya a visitarlo.


Esto no había sido posible escribirlo sin esa noche mágica viguesa de "caras de..."

lunes, 8 de febrero de 2010

El Poder del Momento

días de reencuentro (foto)

Hace poco tiempo cogí un avión para ir a verte. Estabas cerca, pero decidimos vernos en un lugar más lejano. No fuimos solos, había más gente, había muchísima gente pero no nos importaba, era como si el mundo fuese únicamente nuestro.

Era un encuentro esperado, deseado, ansiado. Recuerdo perfectamente todo. La luz, el olor de la calle, los sonidos. También recuerdo lo que sentía, escalofríos aunque fuese verano, ganas, emoción…

Al poco rato, doblaste la esquina de aquella calle, una calle normal en un barrio normal, pero que para mí siempre será especial. Vi como te  acercabas y el tiempo se paralizó, los sonidos se apagaron, la luz quedó estática. En ese momento no existía nada más. Sólo tu respiración y la mía bailando subrepticiamente al unísono en un lugar desconocido…

miércoles, 3 de febrero de 2010

Ruina

Ruinas (foto)

- Hola

- (...)

- He venido para quedarme, siento llegar así. Mi mundo es una ruina.

- (...)

- He conseguido una cama grande, no es gran cosa pero servirá para ir tirando.

- (...)

- Estaba fumando un cigarro de liar mientras escuchaba un viejo disco y tuve la necesidad de  salir corriendo. He visto mi sombra alargada proyectándose en la acera y de la cabeza salían ideas enroscadas formando largos tirabuzones. He venido para quedarme.

- (...) te......... quiero. ¿Tú?