jueves, 24 de marzo de 2011

Werlisa

el mundo es distinto a través de su objetivo (foto)

La werlisa estaba descansando en el último cajón de la cómoda de la habitación de mis padres. En ese cajón destinado a las cosas que no sirven para mucho pero que no se tiran y se van coleccionando incansablemente, quizás por pereza, quizás por nostalgia, quizás por no tomar la decisión de tener que deshacerse de ellas. Allí estaba ella. Inerte. Preciosa. La encontré debido a mi manía de revolver en los cajones, armarios, muebles y despensas cuando me aburro. Al verla, multitud de recuerdos infantiles vienieron a mi cabeza como flasheantes reflejos del pasado. Era la cámara de los contados viajes que hicimos, de las cenas navideñas, la cámara que mi padre sacaba cuando había una visita. Me fascinaba. Pensé que se había extraviado y al encontrarla me llevé una grata sorpresa.
Nunca deja de asombrarme la capacidad que tienen las pequeñas cosas para hacerte volar a situaciones vividas o para llevarte a lo más lejano de tus sueños.

Me alegra que la Werlisa haya regresado de sus aventuras solitarias para quedarse conmigo y vivir muchas nuevas…

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