martes, 19 de octubre de 2010

Alberta

una vez fuimos a Islandia (foto)

Había una vez una niña que había nacido en el sur de Italia, en una tierra impregnada de olor a huerta, a tomates, a berenjenas y calabacines. Sentía aquel lugar latir en su corazón, aunque en el fondo fuese más griega o africana que romana.

Desde muy pequeña le encantaba ir a pescar con su abuelo a ese mar que la vio crecer, a su mediterráneo verde y transparente. Mientras jugaba a ser marinera, soñaba con viajar a otros mundos, con irse al frío, lejos de su cálida tierra, lejos del siroco. Imaginaba mundos nórdicos lejanos, donde la nieve y el frío curtiesen su rostro, donde la luz no fuese azul, más bien gris tenue, donde no hubiese mares sino océanos.

Un día, cuando ya no era tan niña, decidió comenzar su aventura y convertir su sueño en un modo de vida. Ella sola, se puso el futuro por mochila y se fue a ver cómo era el mundo con ojos de investigadora y descubridora insaciable . Cambió el sur por el norte. El destino quiso que amarrase su barco imaginario al lado de la Torre de Hércules, como faro que es, debió de guiarla en tal aventura.

En su tierra del norte se está convirtiendo en toda una mujer. Igual que el árbol que lucha por agarrarse a un nuevo terreno para echar raíces y poder crecer firme y fuerte, así está haciéndose mayor la niña que vino del sur para cumplir su sueño.

Ahora vive acompañada de Poseidón que la cuida como merece y desde su cueva pueden ver como la inmensidad del océano los ampara todos los días. A veces, mientras se está quedando dormida, entre fantasías y realidades, cree escuchar su pequeño mar, incluso a veces cree olerlo y se ve a ella misma en su roca favorita, tumbada al sol de septiembre, disfrutando de los colores cálidos de la línea del horizonte.

1 comentario:

AnnaNever dijo...

tampoco vale hacer llorar la gente....eh?
te quiero niña...
ojalà pronto pueda enseñarte a mi mediterraneo!
muaka