Breve historia del coche en sentido contrario

Mar de Fisterra, un día contigo (foto)

Hoy me he acordado del día que nos cruzamos con un coche en sentido contrario en la autopista.

Todo comenzó un día de verano. Era julio, en el cielo un sol resplandeciente, cero nubes. Estaba en casa y el teléfono empezó a sonar. En cinco minutos decidimos ir a la playa. Luis me llamó a mí, yo llamé a Lula y asunto arreglado. Me tocaba llevar los bocatas de queso, tomate y aguacate. Preparados, arrancamos dirección no sé muy bien hacia dónde, sin rumbo predeterminado. Acabamos en una playa preciosa. El agua estaba fría, recuerdo. Nos comimos también un melón gigante.

Por la tarde, decidimos ir a visitar a unos buenos amigos, vivían cerca de esa playa. Al llegar descubrimos que Luis estaba rojo como un tomate, se había quemado. No se había puesto protección en toda la tarde y ahora parecía una gamba a la parrilla. Después de las oportunas carcajadas, estuvimos charlando en la entrada, jugando con los perros, disfrutando del atardecer que nos proporcionaba el paisaje…

Llegó la hora de cenar y enseguida improvisamos una cena al aire libre.

Decidimos volver. Lula sentada a mi lado en el asiento del copiloto y Luis detrás roncando. Estábamos cansados pero contentos. Había sido un gran día. Recuerdo el olor a salitre que desprendía mi pelo y que me lamí el brazo izquierdo, siempre lo hago cuando mi pelo huele a salitre, me gusta el sabor del mar en la piel.

Escuchábamos música. No hablábamos (bueno, Luis roncaba). A lo lejos, de repente vimos acercarse unas luces desconcertantes. No viajábamos rápido, íbamos despacio. Las luces poco a poco se acercaban. No podía ser cierto. Era imposible. Estábamos en una autopista. A nuestro lado pasó un coche. Un coche negro que viajaba en sentido contrario por la autopista con toda la parsimonia del mundo. Lula cuando lo vio empezó a darme golpes en la pierna pero no fue capaz de pronunciar palabra…El coche pasó y se perdió en mi espejo retrovisor.

Nunca olvidaré ese día.